domingo, 25 de agosto de 2013

Cómo mejorar tu productividad... ¡y tu felicidad!

Seguramente habréis oído hablar en muchas ocasiones de la productividad, y no siempre en términos positivos. De hecho, en numerosas ocasiones se trata el concepto de productividad como esa herramienta que utilizan los empresarios para ganar más dinero a costa de sus empleados. Es probable que también hayáis oído hablar de la productividad en esas infames encuestas en las que se muestra que el rendimiento laboral en España es inferior al del resto de los países europeos: trabajamos más horas pero nuestra productividad es menor. Y es que la productividad es, precisamente, mejorar el rendimiento laboral para ganar más dinero en un menor periodo de tiempo; aplicado al autónomo, esto implica que podamos trabajar menos horas sin que repercuta negativamente en nuestros ingresos.

Hasta hace poco, a mí me importaba un pimiento la productividad, quizá porque no tenía tanto trabajo propiamente dicho (es decir, de estar traduciendo) como para preocuparme de si tardaba más o menos tiempo. Y probablemente a vosotros, que estáis empezando, os pasará lo mismo: ya estáis felices con solo estar trabajando que os dará igual quedaros hasta las nueve de la noche frente al ordenador. Pero cuando te apoltronas (cosa que sucede más rápido de lo que os pensáis) y te acostumbras a tener varias horas de trabajo por delante al día, te empiezas a plantear algunas cosas. ¿Verdaderamente merece la pena estar todo el día trabajando por X euros? En principio puede parecer mucho dinero, sobre todo si acabáis de empezar, pero a eso hay que restar el 20 % de impuestos, la cuota de la Seguridad Social, los gastos derivados de tu trabajo... y entonces ya empiezas a tener dudas. ¿Por qué trabajar por X euros cuando, en el mismo tiempo, podría estar ganando 2X? ¿O por qué trabajar hasta las siete de la tarde cuando podría, perfectamente, terminar a las cinco y pasar el resto de la tarde con mis amigos, mi pareja o mi familia? Es muy fácil conseguirlo si se mejora la productividad siguiendo estos cinco pasos:

1. Fijarse unos objetivos. Como ya os he comentado con anterioridad, la capacidad de organización es fundamental en los traductores. Por ejemplo, si tenemos un proyecto de 10 000 palabras y lo tenemos que entregar de aquí a cuatro días, está claro que tenemos que traducir 2500 palabras al día. Por lo tanto, nuestro objetivo va a ser traducir esas 2500 palabras al día. Los objetivos que fijes son objetivos que hay que cumplir, sí o sí. Y os lo dice probablemente la persona más perezosa del mundo: lo pospongo absolutamente todo, excepto el trabajo. Pero los objetivos no tienen por qué ser solo de proyectos que se tengan que entregar: también pueden ser facturas que tengas que registrar, o determinado cliente con el que quieres contactar, o esa declaración de la renta que tenéis pendiente. Llevad un calendario en el que vayáis apuntando vuestros objetivos diarios; puede ser físico o virtual (por ejemplo, yo lo llevo en Outlook, pero hay muchas otras herramientas útiles).

2. Establecer tus prioridades. Cuando en un mismo día se acumulan varios objetivos, está claro que hay que empezar por un de ellos, pero, ¿por cuál? Por eso hay que aprender a priorizar unas tareas sobre otras. ¿Cómo se sabe cuál es la más importante si todas lo son, por ejemplo, si son trabajos que hay que entregar? Bueno, no hay que ordenarlas estrictamente por su importancia, sino por otros factores. Está claro que el primero es la urgencia si la fecha límite es cercana, pero cuidado con posponer demasiado otras tareas que en un principio no corrían prisa, porque puede que al final os pille el toro. Un método para establecer prioridades que yo utilizo mucho es el de la dificultad: las traducciones de textos más difíciles las hago primero, mientras que las de los textos más sencillos vienen después. Esto se debe a que es mejor traducir aquellos textos más especializados o de mayor complejidad cuando se está más fresco, que es a primera hora de la mañana. Así, dejamos los trabajos más sencillos para cuando estemos más cansados y no nos apetezca (o no podamos) hacer grandes esfuerzos mentales.

3. Especializarse. Aunque yo no soy partidaria de especializarse radicalmente nada más salir de la universidad, sino a medida que vas consiguiendo experiencia laboral que te permita fundamentar esa supuesta especialidad en la base de la experiencia real como traductor, una vez te hayas especializado en uno a varios ámbitos determinados mejorarás tu productividad enormemente. Es sencillo: cuanto más conozcas una especialidad, menos te tienes que documentar y más rápido traduces. No es lo mismo traducir 300 palabras por hora que 600: estás ganando el doble de dinero en el mismo periodo de tiempo. Traducir en ámbitos de especialidad que desconoces hace que vayas mucho más despacio, por lo que tendrás que trabajar más horas para conseguir el mismo resultado. Y, como yo soy de las que piensa que la especialización se consigue trabajando, los resultados los irás viendo a largo plazo a medida que vayas cogiendo experiencia. Llegará un momento en que las traducciones especializadas te salgan como churros.

4. Fijar las tarifas adecuadas. El mejor truco para saber qué tarifas fijar es pensar cuánto quieres ganar y, a partir de ahí, calcular la tarifa que tienes que aplicar. Por ejemplo, yo suelo partir de mi tarifa por hora para hacer los cálculos de la tarifa por palabra según la especialidad del texto. Si el texto es de una especialidad que solo me va a permitir traducir 300 palabras por hora, lo lógico es que la tarifa por palabra sea superior a un texto general (o de una especialidad que domine) del que puedo traducir 600 palabras por hora. Pero cuidado al calcular ese dinero que queréis ganar por día o por hora, pues hay que tener en cuenta muchas cosas: además de todos los gastos fiscales que ya conocéis, es muy posible que os paséis varios días sin recibir nada de trabajo, por lo que hay que hacer los cálculos con cierto margen. Si en una semana buena ganáis lo que pensabais que ibais a ganar en un mes, no os llevéis las manos a la cabeza y os creáis montados en el dólar: es probable que con lo ganado esa semana tengáis que aguantar todo el mes. Esta es la razón por la que muchas agencias ofrecen tarifas inferiores para proyectos a largo plazo: puede que os paguen poco, pero al menos os dan la estabilidad de que vais a tener unos ingresos fijos durante varios meses. Eso sí, a la hora de aceptar estas ofertas hay que ser realista y calcular cuántas horas al día hay que trabajar para ganar determinado dinero. Está claro que trabajar 10 horas al día por 2000 € brutos al mes (es decir, 1300-1400 € netos, si restamos impuestos y Seguridad Social) no merece la pena. Calculadlo: no llega a 6 € la hora.

5. Concentración y fuerza de voluntad. Las redes sociales son el mayor peligro del autónomo, sobre todo en nuestro caso, que estamos todo el día frente al ordenador. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para no entretenerse con todas esas tentaciones que disminuyen nuestro rendimiento. Una buena forma de evitar perder el tiempo en tonterías es ponernos objetivos por horas. Por ejemplo, de 10 de la mañana a 12 del mediodía, traducir 800 palabras; hasta que no hayamos terminado esas 800 palabras, no dejaremos que nada nos distraiga. Si hemos terminado las 800 palabras antes de las 12, entonces podemos darnos el capricho de cotillear en las redes sociales o de responder ese Whatsapp que nos mandaron hace una hora. Los premios siempre funcionan, ¿no?


A todos nos ha pasado que nos levantamos por la mañana y, simplemente, no nos apetece nada trabajar, sobre todo si estamos en medio de un proyecto que no nos motiva nada. La desmotivación posiblemente sea el gran rival de la productividad, puesto que no es algo contra lo que puedas luchar. Cuando se está desmotivado, es difícil acabar con ese círculo vicioso de pocas ganas de trabajar más falta de trabajo que nos motive. En este caso, lo único que podemos hacer es buscar un incentivo a lo que hacemos: si es solo por motivos económicos, piensa en lo que podrías hacer con ese dinero que ganes, por poco que sea; si tienes poca experiencia, piensa en lo que ese proyecto puede suponer para tu currículum. Cualquier cosa para acabar con esa mala racha. Eso sí, las etapas de desmotivación deberían ser algo momentáneo y transitorio, para un proyecto determinado. Si tu racha de desmotivación está durando más de lo que debería, quizá deberías plantearte que lo que te desmotiva no es ese proyecto, sino esa especialidad de traducción. Lo más importante en traducción es que te guste lo que haces: si no, no solo no serás productivo, sino que tampoco serás feliz. Busca aquello que te apasione y... ¡adelante!

domingo, 18 de agosto de 2013

Dos documentos imprescindibles (II): la carta de presentación del traductor

Si la semana pasada os hablé de la importancia de un currículum vítae adecuado a nuestras necesidades como traductores, hoy es turno de hacer lo mismo con un documento que, a menudo, es olvidado en las solicitudes de empleo: la carta de presentación (en inglés, cover letter).

Y digo que es la gran olvidada porque, en esta era de internet, se ha perdido la costumbre que existía de acompañar el currículum impreso de una pequeña carta remitida al empresario como complemento al currículum vítae. Sin embargo, aunque ahora los currículos no vayan en formato papel, sino totalmente electrónico, es más que recomendable (yo diría que imprescindible) redactar una carta de presentación que, en la mayoría de los casos, será el cuerpo del correo electrónico de nuestra solicitud de colaboración.

La carta de presentación es fundamental para poder explicarle a aquel que nos va a contratar todas esas cosas que no hemos podido (o no hemos querido) incluir en el currículum vítae o para reafirmar la importancia de estas; por ejemplo, para explicar con más detalle en qué ha consistido un proyecto de especial relevancia para el puesto que se va a desempeñar, o para responder a las solicitudes particulares del cliente. También es habitual, en el caso de los traductores, hacer constar aquí nuestras tarifas o el presupuesto de un proyecto concreto. La carta de presentación perfecta debería incluir lo siguiente:
  • Nuestra formación académica relevante. Se puede explicar más en detalle aquello que consideremos de especial importancia (por ejemplo, si solicitamos un proyecto de bioquímica y somos licenciados en Química con especialidad en Bioquímica, es digno de mención).
  • Experiencia laboral de relevancia. Y solo de relevancia, en especial si ya hemos incluido toda nuestra experiencia en traducción en el currículum vítae. Es decir, si solicitamos un proyecto de traducción jurídica, debemos hacer constar nuestra experiencia en traducción jurídica y mencionar algún proyecto reciente de gran importancia, en caso de que exista. Si hablamos de experiencia laboral no relacionada, dará la sensación de que nuestra presentación es un copipega y de que ni siquiera sabemos qué trabajo estamos solicitando.
  • Por qué somos los más adecuados para el proyecto. Es decir, por qué elegirte a ti en vez de a cualquier otro traductor. Resalta tus puntos fuertes y muéstrale al empresario que eres tú a quien está buscando. Échate flores. Si no lo haces tú, ¿quién si no lo va hacer?
  • Herramientas informáticas con las que trabajas. En especial si se solicita en la oferta de colaboración. No incluyas solo herramientas TAO, sino todo tipo de software que consideres de relevancia.
  • Tarifas, palabras diarias y método de pago. Como no conoces el texto original, las tarifas propuestas serán orientativas. En mi caso, yo suelo nombrar mis tarifas mínimas para textos generales, que asusta menos que si pongo mis tarifas para textos especializados. También puedes optar por un rango. Hacer figurar los modos de pagos que aceptas es también más que recomendable en el caso de que se trate de un cliente extranjero (extracomunitario), que preferirá Paypal o Skrill (antes Moneybookers) en lugar de transferencia bancaria, debido a las comisiones por transferencia internacional.
  • Respuesta a cualquier otra pregunta formulada en la oferta de colaboración.
Si bien una buena carta de presentación no garantiza que nos vayamos a hacer con el proyecto, sí nos dará ventaja con respecto a aquellos traductores que no hayan redactado una. No hay peor presentación que un correo electrónico cuyo cuerpo sea una sola línea: «Please find attached my CV. My rates are X». Estos currículos suelen ir directitos a la papelera, por lo que, con una carta de presentación os aseguráis, al menos, que leen vuestro currículum. Eso sí, intentad evitar lo siguiente:
  • Una fórmula de saludo impersonal. Si estás respondiendo a una oferta de colaboración determinada en la que se conoce el nombre del responsable de esa agencia, dirígete siempre personalmente a él o a ella. Si la oferta está firmada por John Smith y empiezas la carta con un «To whom it may concern», demuestras que no has leído con detenimiento la oferta. Y si no prestas atención a lo más básico, ¿cómo van a confiar en tus servicios?
  • Información que no sea de relevancia. Puede dar la sensación de que estás enviando una carta de presentación estándar, la misma que envías a todas las empresas. La información que contenga tu carta tiene que estar personalizada para cada solicitud de colaboración, porque, en caso contrario, el empresario podrá pensar (y con razón) que no has puesto interés en ofrecer tus servicios de la forma adecuada.
  • Lenguaje demasiado informal. Os prometo que he recibido correos electrónicos que decían: «Hey, how are you? I saw your post at ProZ and I thought I would send you my CV. That project sounds cool!!! You can find my contact info in my CV in case you need it». Obviamente, no es apropiado dirigirse en estos términos a nadie en el ámbito laboral y mucho menos si esa persona puede darte trabajo. Tampoco hace falta que seas extremadamente formal, pero que no parezca que estás escribiendo un correo electrónico a tus compañeros de juergas de fin de semana. Si eres de los que prefiere dar una imagen amable y menos encorsetada, opta por un término medio en el tono de tu carta de presentación.
  • Dar una imagen desesperada. Nadie quiere contratar a traductores que den la impresión de estar desesperados por conseguir trabajo. La razón es lógica: si lleva meses sin conseguir trabajo, por algo será. Así que nada de escribir cosas como «Please hire me!!!» o «I'm short of jobs and I can work for little money if you choose me» (sí, en ambos casos he recibido cartas de presentación que incluían estas frases).
Si sigues estos consejos, ten por seguro que tus cartas de presentación mejorarán. No puedo garantizarte que vayan a conseguirte trabajo, pero sí que, al menos, leerán vuestra carta enterita.

domingo, 11 de agosto de 2013

Dos documentos imprescindibles (I): el currículum vítae del traductor

En esta serie de dos entradas, hablaré de esos dos documentos imprescindibles a la hora de solicitar empleo, tanto en plantilla como para proyectos freelance: el currículum vítae y la carta de presentación. Por supuesto, ambas entradas van a estar enfocadas en la profesión de traductor y en la solicitud de colaboración con una agencia de traducción o proveedor de servicios lingüísticos (en caso de clientes directos, la cosa se complica un poco, pero es posible que trate el tema más adelante). Primero voy a centrarme en el currículum vítae.

El currículum vítae debe ser una breve presentación de nuestra experiencia laboral en el ámbito al que pertenece el puesto de trabajo que deseamos solicitar, en este caso, el de traductor. Y breve significa breve, es decir, un resumen que no debe superar las dos páginas. En el caso de los traductores autónomos, es recomendable que nuestro currículum sea algo «especial», no el típico currículum estándar. Esto se debe a que nosotros debemos incluir aspectos que no suelen figurar en los currículos de cualquier otra profesión: nosotros somos traductores autónomos que solicitamos que se nos asigne un proyecto concreto (aunque luego esto pueda derivar en una colaboración a largo plazo con la agencia) de traducción en una combinación lingüística concreta y, normalmente, en un ámbito de especialidad determinado. Por ello, estos son los datos esenciales que deben figurar en un currículum de traductor:

  • Nombre, apellidos y modo de contacto (correo electrónico, teléfono y, si es posible, Skype). La dirección es innecesaria y yo diría que, incluso, no recomendable. Además, si tenéis logotipo, no dudéis en incluirlo.
  • Combinación lingüística. Sí, parece una obviedad, pero ni os imagináis la de gente que lo omite. Después de vuestro nombre y apellidos, lo segundo más visible debe ser «EN/DE > ES Translator» (o lo que seáis vosotros). Si sois jurados, ponedlo también muy visible. En mi currículum, justo debajo de mi nombre, tengo: «EN/FR/PT > ES Translator and Interpreter». Y justo debajo: «EN <> ES Sworn Translator and Interpreter».
  • Información general. Aquí yo incluyo mi lengua materna (y su variedad geográfica) y la ubicación de mi residencia actual (ciudad y país, nada de dirección). Este último dato es importante, ya que a muchas agencias les interesa una franja horaria determinada. Por el contrario, puede tirar piedras contra vuestro propio tejado en caso de que viváis en el extranjero y el cliente sea uno de esos que quieren que sus traductores vivan en el país de su lengua materna, para evitar posible contaminación o pérdida de fluidez.
  • Ámbitos de especialidad. Muchas veces, el cliente quiere saber rápidamente y de un vistazo en qué especialidades puedes trabajar. Si las haces figurar en la parte superior del currículum, destacarán más y conseguirás más papeletas para hacerte con el proyecto.
  • Software disponible. De nuevo, si el cliente busca a alguien que pueda trabajar con Trados, lo más probable es que no vaya a preguntarte si tienes Trados o no. Gana puntos aquel que incluya esta información en su currículum.
  • Formación. Hay que distinguir dos apartados: la formación académica (licenciatura, máster, doctorado, etc.) y la formación complementaria (todos los cursos que hayas podido hacer). Divídelos en dos apartados distintos y da prioridad a la formación académica reglada. Si pones tu título de máster entre un montón de cursillos y seminarios, lo más probable es que el cliente ni se moleste en leerlo y no se entere de tu preciado título oficial de especialización.
  • Experiencia laboral en traducción. Y solo en traducción. Sé que, si tienes poca experiencia, es harto complicado hacer un currículum resultón sin que parezca vacío, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que se pide del currículum de traductor es que dé información de proyectos en los que se ha trabajado. Si en toda tu vida solo has llevado a cabo tres proyectos de traducción, incluirlos tal cual en tu currículum vítae mostrará tu inexperiencia: que solo has traducido tres documentos en tu vida profesional. Pero existen algunos trucos para esto. Por ejemplo, si has realizado un par de traducciones jurídicas, no tienes por qué poner qué dos traducciones jurídicas concretas has realizado: simplemente, puedes decir que tienes experiencia en la traducción jurídica. Eso sí, jamás adornéis el currículum con datos falsos, que os pillarán rápido. Una cosa es maquillar y otra es mentir.
  • Afiliaciones profesionales. Si pertenecéis a alguna asociación profesional de traductores e intérpretes, no os olvidéis de incorporarlo: muchos proveedores de servicios lingüísticos lo toman como garantía de profesionalidad y buen hacer del traductor.
Por el contrario, os aconsejo que vuestro currículum vítae no cuente con los siguientes elementos:

  • Fotografía. En muchos países está mal visto, no solo para freelance, sino para todo tipo de empleos, porque se considera que fomenta la discriminación por motivos de aspecto físico. Esto es un punto básico de la comunicación intercultural, que trataré en un entrada posterior. De todas formas, volviendo a España, ¿acaso vosotros le pedís una foto al electricista antes de contratarlo para que venga a arreglaros la instalación? En su lugar, incluid vuestro logotipo.
  • Idiomas hablados. Es redundante, innecesario y poco profesional. Se da por hecho que tenéis ciertas competencias lingüísticas en vuestras lenguas de partida, así que nada de ocupar espacio innecesario. Además, si conocéis otras lenguas que no pertenecen a vuestras combinaciones lingüísticas (por ejemplo, porque no tenéis suficiente nivel como para incorporarlas a vuestros idiomas de partida), al cliente le da exactamente igual (¿para qué sirve que tengáis nivel elemental de ruso?). Las únicas lenguas de relevancia en vuestro perfil profesional son vuestras lenguas de trabajo.
  • Experiencia laboral en profesiones no relacionadas. Si sois biólogos y estáis especializados en traducción científica, sí es un dato de relevancia. Pero haber sido azafato de congresos, reponedor del Mercadona o dependiente del Zara es una información que no solo es irrelevante para quien os va a contratar, sino que puede incluso perjudicaros.
Ahora bien, hay un par de elementos en los que los traductores no solemos ponernos de acuerdo de si se deben incluir o no: las tarifas y las referencias. En mi caso, y esto es solo una opinión personal, no una recomendación, soy detractora de su inclusión en los currículum vítae. O, mejor dicho, en mi currículum. Os voy a explicar por qué. En el caso de las tarifas, prefiero hacerlas constar en la carta de presentación, pues la tarifa que apliquemos depende de muchos factores y así puedo elegir la tarifa que desee aplicar para cada cliente o proyecto sin la necesidad de tener que modificar el currículum constantemente. Por otro lado, en el caso de las referencias, soy, por lo general, poco partidaria de ellas no solo en el currículum, sino en cualquier parte. Esto se debe a que no me gusta que vayan a molestar a clientes de confianza con llamadas o correos electrónicos que, probablemente, no tengan tiempo para contestar. En su lugar, suelo facilitar un enlace a mi perfil en ProZ, en el que figuran opiniones de proveedores de servicios lingüísticos para los que he trabajado. De esta forma se puede verificar que, en efecto, estos clientes con nombre y apellidos ofrecen buenas referencias de mi trabajo sin necesidad de que estén repitiendo lo mismo una y otra vez a todos los posibles clientes que se pongan en contacto con ellos. Sin embargo, como ya he dicho con anterioridad, esto es solo una preferencia personal. Ahora os corresponde a vosotros decidir cómo queréis diseñar vuestro currículum vítae.

martes, 6 de agosto de 2013

Desmontando al empresario sin escrúpulos: siete patrones comunicativos comunes al mal intermediario

O cómo evitar que te exploten cuando estás empezando. Ante este título tan rimbombante solo se esconde la prueba definitiva que os ayudará a distinguir cuándo deberíais evitar a ese intermediario que se quiere aprovechar de vosotros. Y es que todos los malos empresarios de la traducción repiten, una y otra vez, exactamente el mismo patrón, las mismas frases, con las mismas palabras. No os podéis ni imaginar hasta qué punto: es hasta gracioso (¿se han puesto todos de acuerdo o qué?). Y solo con el objetivo de convenceros de que trabajéis más rápido y por menos dinero, para así enriquecerlos a ellos. También os intentarán convencer de que no sabéis como funciona el mercado y de que les hagáis caso a ellos, que son los que saben de qué va esto. Todo acompañado de una dosis de desmotivación y de pérdida de confianza en vosotros mismos. Si alguien que alguna vez os quiera contratar, tanto si es para un puesto en plantilla como para un proyecto freelance, pronuncia alguna de estas expresiones, os recomiendo sinceramente que salgáis corriendo lo más rápido que podáis.

Nota: Todas las citas que figuran en el presente documento son reales y verídicas, recopiladas por una servidora durante el ejercicio de su profesión. Os lo juro por Snoopy. De verdad de la buena.

1. «Como estás empezando, no puedo ofrecerte una tarifa más alta».

Variaciones: «Deberías ser más flexible en este mercado tan competitivo». | «Es que hemos tenido que aceptar unas tarifas muy estrictas para conseguir este proyecto». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Evidentemente, que bajes tu tarifa para obtener mayores beneficios como intermediario.
Desmontando la teoría: Primero, voy a dejar clara una cosa: si un intermediario ofrece tarifas bajas, no lo hace solo a ti porque seas novato, sino que ofrece las mismas tarifas a todo el mundo. Segundo, lo más probable es que, como intermediario, se esté llevando, como mínimo, beneficios del 100 % con respecto a la tarifa del traductor; es decir, que si solo te pueden pagar 0,04 € por palabra, da por hecho que al cliente le están cobrando como mínimo 0,08 €. En resumen, te podrían pagar más, pero no les da la gana porque son unos usureros.
La solución más acertada: «Claaaaaaro. Y por una bolsa de pipas, te lo revisa mi loro».

2. «No vas a llegar a ninguna parte si solo traduces 3000 palabras al día».

Variaciones: «400 palabras por hora las traduce un monje copista medieval». | «Los traductores profesionales hacemos hasta 1000 palabras por hora. Pero con que tú hagas 800 me vale». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que traduzcas a más velocidad para tener más beneficios en un menor periodo de tiempo. Obviamente, la calidad del resultado no importa. Véase el siguiente punto.
Desmontando la teoría: Traducir 400 palabras por hora es un ritmo más que digno. Traducir 800 palabras por hora es producir una mierda pinchada en un palo. Cualquier traductor de calidad intermedia (ya no hablo de magníficos traductores) te dirá lo mismo que te digo yo: es imposible traducir esa bestialidad de palabras y crear un producto digno. ¿Será casualidad que todos los que te piden que lo hagas son los mismos que pronuncian las otras seis frases que menciono en esta entrada?
La solución más acertada: «Ah, lo siento, creo que te has equivocado de persona. Yo es que hago buenas traducciones».

3. «No pasa nada si la traducción no está perfecta».

Variaciones: «Es que si nos ponemos a mirar que no haya ningún error, no cumplimos con el plazo de entrega». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que te dé tiempo a traducir esas 800 palabras por hora.
Desmontando la teoría: Sí pasa algo si la traducción no está perfecta: que tu traducción es mala, lo que te convierte, automáticamente, en un mal traductor. Ningún buen traductor da prioridad, jamás, a la cantidad sobre la calidad.
La solución más acertada: «Así no me extraña que te paguen esas tarifas tan bajas...».

4. «El mercado está así: lo tomas o lo dejas».

Variaciones: «Es lo que hay». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Meterte presión para que aceptes un trabajo con unas condiciones inaceptables.
Desmontando la teoría: Sí, es lo que hay: agencias cutres que no respetan a sus traductores. Pero no es lo único que hay. Puedes aceptar sus condiciones y trabajar para esta gentuza. O puedes buscar buenos clientes, que los hay a patadas.
La solución más acertada: «Sí, por desgracia el mercado está repleto de malas agencias, como la tuya».

5. «Tendrías que darme las gracias de que te esté ofreciendo esta oportunidad».

Variaciones: «Tal y como está el país, no deberías ni planteártelo». | «¡Encima que te estoy formando!». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Una relación de dependencia, a lo síndrome de Estocolmo.
Desmontando la teoría: No deberías nunca darle las gracias a quien te está explotando. Y por supuesto que no te está formando: ya te has formado en cuatro años de universidad, gracias.
La solución más acertada: «Gracias por mostrarme a qué tipo de gente debo evitar».

6. «Los profesores solo os meten pájaros en la cabeza».

Variaciones: «Salís de la universidad pensando que esto es el país del arco iris». | «Alguien os tiene que quitar todas esas ideas tontas de tarifas altas y palabras por día de la cabeza». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que pierdas todos los principios en los que te han formado para adoptar las malas prácticas laborales que te quieren inculcar.
Desmontando la teoría: Primero, alguien que quita la razón a un profesor que, probablemente, cuente con más logros en unos años de los que conseguirá él en toda su vida queda totalmente desacreditado.
La solución más acertada: «Hmmm, pues no sé yo de quién fiarme más, si de un doctor en Lingüística que ha trabajado en instituciones europeas durante 20 años o de un traductor fracasado que ahora solo se dedica a la gestión de proyectos de su cutre agencia».

7. «Cuando tengas más experiencia, ya me darás la razón».

Variaciones: «Tú no tienes ni idea de esto. Hazme caso a mí que tengo 15 años de experiencia». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que creas a pies juntillas todas las mentiras que te están contando.
Desmontando la teoría: Cuantos más años de experiencia tengas, más cuenta te darás de que tú tenías razón y no ellos.
La solución más acertada: «Venga, vale. Nos vemos dentro de unos añitos y ya te cuento, si eso. Ta luego».

Y, probablemente, me haya dejado muchas más perlas que mi subconsciente ha decidido olvidar, posiblemente por vergüenza ajena ante el hecho de que puedan existir individuos de esta calaña en el mercado de la traducción, la mayoría de los cuales son también licenciados en Traducción e Interpretación, pero que se encargan de socavar esta profesión que tanto adoramos. Los buenos empresarios de la traducción, esas agencias que se convertirán en buenos clientes, jamás pronunciarán ninguna de estas frases, porque respetan a sus traductores. Recordad que un cliente que no os respeta, que no reconoce la dificultad y el mérito de nuestra profesión, es un mal cliente, a quien hay que evitar, porque no os traerá nada bueno. ¿Os han dicho a vosotros alguna vez perlas como estas?

sábado, 3 de agosto de 2013

Los 20 errores más comunes entre traductores principiantes (parte 2 de 2)

¿Os gustó la entrada anterior? Pues aquí van los errores del 11 al 20, pero no por ello menos importantes. ¡Tampoco cometáis estos!

11. Trabajar gratis.

Como algunos comentabais en la entrada anterior, puede parecer de sentido común, pero no lo es tanto. Conozco de primera mano a «traductores» (o, mejor dicho, a licenciados en Traducción e Interpretación) que están trabajando gratis y no precisamente para entidades benéficas, sino para empresas que se lucran con su trabajo. Todo por una simple carta de recomendación. Ni un solo céntimo reciben a cambio. Ni que decir tiene que esto no tiene ni una mínima consecuencia positiva para vosotros. Ni desde el punto de vista del aprendizaje (si no os pagan tampoco van a hacer el esfuerzo de corregiros los errores, así que no vais a aprender nada), ni desde el económico (si habéis trabajado para esa empresa de gratis, ni que se os pase por la cabeza que van a mandaros un trabajo en el que os paguen: ¿para qué van a pagaros si ya saben que trabajáis gratis?), ni siquiera desde el de la experiencia laboral (poner en vuestro currículum que habéis trabajado gratis para una empresa no hará más que dañar vuestra imagen; pensadlo un momento: trabajar gratis significa que no hay ninguna empresa que quiera pagaros por vuestro trabajo, lo que no dice mucho a favor de la calidad de vuestras traducciones). Si no tenéis necesidades económicas y os sobra el tiempo libre, y necesitáis rellenar currículum como sea, haced traducciones voluntarias para entidades benéficas y sin ánimo de lucro: os dará experiencia, cartas de recomendación muy valiosas, prestigio y, lo que es más importante, gratificación con vosotros mismos.

12. Bajar las tarifas a petición de los clientes.

Los que empiezan trabajando gratis suelen, a continuación, trabajar por 0,02 € por palabra. Aunque os parezca que trabajar con unas tarifas tan bajas os proporcionará trabajo, nada más lejos de la realidad: yo cuando tengo que buscar colaboradores para otras combinaciones lingüísticas, automáticamente desecho a aquellos que tengan tarifas inferiores a 0,05 €. ¿Por qué? Porque, para los buenos clientes, una tarifa baja significa que tu trabajo no es lo bastante bueno como para pedir una tarifa mayor. Si queréis trabajar para buenos clientes, estableced tarifas decentes; si queréis trabajar para malos clientes, allá vosotros, pero luego no os quejéis de que no os pagan...

Pero si hay algo peor que establecer tarifas bajas, eso es bajar vuestras tarifas a petición del cliente. Si bajáis vuestra tarifa porque os lo piden para un proyecto determinado, ya podéis dar por hecho que esa tarifa no va a volver a subir en la vida. De hecho, es posible que incluso para proyectos posteriores os vuelvan a pedir que la bajéis de nuevo. Ante clientes así, os voy a dar un truquito. Si os oléis que es un cliente que va a regatearos la tarifa, partid de una tarifa inicial algunos céntimos por encima de la tarifa que os parezca adecuada. Por ejemplo, si queréis trabajar por 0,06 €, decid que vuestra tarifa es de 0,07 € o 0,08 €. Si el cliente os pide rebajarla y aceptáis (a regañadientes, que parezca que le estáis haciendo un favor enorme), esos 0,06 € le parecerán un chollazo. O lo mismo cuela y os pagan los 0,08 €.

13. No revisar las traducciones.

Odio ser revisora. Lo odio a muerte. Soy capaz de estar sin trabajar antes que aceptar un trabajo de revisión. Y si lo odio es porque la experiencia me dice que hay cantidad de «traductores» que entregan traducciones guarrindongas sin revisar, con faltas de ortografía, errores tipográficos y burradas varias. Y luego yo me como el marrón y tengo que traducir desde cero por una tarifa de revisión. Pero bueno, partamos desde el hecho de que sois buenos traductores que se toman su trabajo en serio. Aun en ese caso, todos somos humanos y nos equivocamos. Mucho. Y vamos a colar, sobre todo, errores tipográficos a tutiplén. Por eso es esencial revisar de forma exhaustiva vuestra traducción al menos una vez antes de entregarla (si lo haces dos veces, nunca estará de más). Ya no por ahorrarle trabajo al revisor, sino porque un error puede significar perder un cliente. Y eso es algo ya muy serio, sobre todo si estáis empezando.

14. No documentarse de la forma adecuada.

De hecho, la mejor solución a esto es no trabajar en ámbitos que desconocéis. Pero si os surge la oportunidad de vuestra vida, pongamos, en el ámbito de la maquinaria de producción de abonos industriales para la planta de la lechuga, no la dejéis escapar. Eso sí, aseguraos de documentaros de forma exhaustiva, de que conocéis toda la terminología y de que disponéis de un glosario de lo más completo. Un error en una traducción en ciertos ámbitos puede tener consecuencias terribles (os podría incluso acarrear problemas legales).

15. Elaborar mal los presupuestos.

Cuando a un cliente le facilitáis un presupuesto final, ese presupuesto es ya intocable. Es decir, que si se os ha olvidado decirle que el IVA no está incluido, no podéis esperar que, así de repente, acepten de buena ganar pagaros un 21 % más por vuestro despiste. Yo ya me he comido más de alguna vez el IVA porque se me olvidó incluirlo en el presupuesto (y duele muchísimo). Cuando trabajéis con empresas de la UE, acordaos siempre de preguntarles si tienen número de IVA intracomunitario y no deis por hecho que lo tendrán: en algunos países no es obligatorio declarar IVA si la empresa es lo bastante pequeña.

16. Aplicar mal el IVA.

Si lo que acabáis de leer del IVA intracomunitario os suena a chino, es que necesitáis un curso rápido de fiscalidad para traductores. Venga, va, un resumen rápido. Para clientes españoles, tanto particulares como empresas, todas las facturas van con IVA, a no ser que sean obras literarias, audiovisuales (películas, series, algunos incluyen videojuegos) o científicas (libros de temática científica) sujetas a derechos de autor. En caso de clientes de dentro de la Unión Europea (para poder trabajar con ellos, primero os tenéis que dar de alta en el Registro de Operadores Intracomunitarios del formulario 036, es gratuito y no entraña ningún papeleo extraño), si son particulares las facturas llevan siempre IVA; si son empresas, primero tenéis que aseguraros de que ellos también están registrados como Operadores Intracomunitarios (es decir, si están «EU VAT registered»); si no lo están, las facturas van con IVA; si lo están, van exentas de IVA pero en la factura tenéis que indicar su número de IVA intracomunitario (podéis comprobar si el número que os han facilitado es válido en este enlace). Si son clientes de fuera de la Unión Europea, tanto empresas como particulares, van exentos de IVA.

17. No darse de alta en el Registro de Operadores Intracomunitarios.

Al daros de alta en el registro de la Agencia Tributaria, que no se os olvide marcar la casilla del Registro de Operadores Intracomunitarios. Si no lo hacéis, no podréis trabajar con clientes de la Unión Europea y os estaréis cerrando muchísimo mercado. Si se os ha olvidado, no os preocupéis, tiene remedio. Con hacer una modificación en vuestro registro es suficiente.

18. No estar ahí cuando te llegue esa oportunidad.

Cuando estaba en segundo curso de carrera (madre mía, parezco una anciana rememorando mis tiempos mozos y solo hace algo más de tres años de esto), una tarde vino Xosé Castro a la universidad a darnos una charla a los alumnos de un curso en traducción audiovisual. De toda la charla, muy interesante, por cierto, se me quedó grabada una frase: «Probablemente, vuestra primera gran oportunidad os llegará cuando seáis el único traductor disponible». Y desde entonces me prometí que no dejaría pasar esa primera gran oportunidad porque siempre estaría disponible. Se refería a la traducción audiovisual, pero en realidad se puede aplicar a cualquier ámbito de la traducción y de la vida. Si el traductor habitual se ha ido de vacaciones, tienen que encontrar a un sustituto, y ese sustituto puedes ser tú. A mí también me habría encantado tomarme unas supervacaciones nada más terminar la carrera o irme de año sabático al extranjero o de auxiliar de conversación a aprender idiomas. Pero si no me hubiera quedado ese verano en Madrid, quizá jamás habría llegado mi oportunidad. Y sé que la auténtica gran oportunidad está todavía por llegar. A veces merece la pena hacer un pequeño gran esfuerzo por lo que verdaderamente te importa y si no te pegas el viaje de tu vida hasta uno o dos años después de terminar los estudios tampoco pasa nada. Ya llegará el momento en que puedas hacerlo. Pero tu gran oportunidad solo pasa una vez en la vida.

19. No hacer nada durante los periodos entre proyecto y proyecto.

¿Cuando creéis que tengo tiempo para escribir este blog? En esos días en los que no me llega nada de trabajo. No tener nada que traducir no significa que, si no te llegan proyectos, tengas que estar ocioso. Es habitual entre los traductores que podamos estar varios días sin recibir encargos y existen multitud de formas de convertir esos días en algo productivo. Por ejemplo, haciendo las tareas de gestión y contabilidad que no has podido hacer durante el resto de la semana (yo he llegado a acumular hasta una decena de facturas sin registrar por falta de tiempo; bueno, por algo de vaguería también), buscando oportunidades de trabajo, actualizando tu currículum y tu carta de presentación, o haciendo traducciones para tu portfolio. No desaproveches esos días libres para hacer esas cosas que tan falta hacen: luego te arrepentirás cuando te lleguen todos los trabajos de golpe y no tengas tiempo para nada más.

20. Creer que ya se sabe todo.

Un traductor jamás deja de aprender día tras día. Y eso que yo, siempre que puedo, aprovecho para dejar claro todo lo que aprendí en la carrera gracias a mis fantásticos profesores del CES Felipe II, que me formaron como traductora e intérprete, desde los primeros cursos de Lengua Española (y ese descubrimiento de las comillas latinas) e Inglés (cada vez que oigo en la tele que traducen «porter» por «portero», me acuerdo de esos exámenes de Lengua B Aplicada) hasta nuestros últimos meses como aprendices de traductores en Traducción Directa (mi asignatura favorita de la carrera, me pasaba la semana deseando que llegara el jueves por la tarde) e Interpretación Simultánea (siempre recordaré la adrenalina de la primera vez que entré en una cabina). Pero la formación de un traductor no termina ahí. Ya no hablo solo de cursos y másteres, sino de lo que se aprende ejerciendo de traductor. Siempre hay que estar abierto a aprender cosas nuevas, porque ese es el día a día de un traductor. No os rasguéis las vestiduras por tener que preguntarle algo a un colega, o por tener que estudiar una materia que os resultaba desconocida, o por que os corrijan un error en una traducción. Cada día aprenderéis algo nuevo que, probablemente, nunca olvidaréis.