martes, 29 de abril de 2014

Métodos y condiciones de pago para traductores

La entrada de hoy está dedicada a todos aquellos que me habéis escrito últimamente para preguntarme por uno de los temas más recurrentes entre las dudas de los recién llegados: el dinero, la pasta, la guita o como queráis llamarlo. Porque conseguir nuestro primer trabajo de traducción está muy bien, pero luego hay que cobrarlo, que no vivimos del aire. En esta entrada voy a comparar los distintos métodos de pago que solemos usar los traductores, veremos las condiciones y los plazos de pago más habituales entre las agencias (y cómo saber si nos convienen o no) y os contaré cómo actuar en caso de impago y cómo evitar llegar hasta ese punto.

Métodos de pago

Si hiciéramos una encuesta entre traductores, llegaríamos a la conclusión de que existen tres medios principales que utilizamos a la hora de cobrar nuestras facturas: transferencia bancaria, Paypal/Skrill y cheque. De estas tres, yo solo utilizo dos, porque bien es sabido por casi todos que el cheque hay que evitarlo a toda costa: son incontables los timos a traductores que se han llevado a cabo con cheques falsos (por no hablar de las comisiones que te cobran en caso de que resulte no ser un timo). Aunque en Estados Unidos sigue siendo un modo de pago bastante común, aquí en España raramente se utiliza, porque nos encontramos con más desventajas que ventajas. Así que si un posible cliente os ofrece pagaros con cheque, huid a toda velocidad. Veamos las otras dos opciones:
  • Transferencia bancaria o ingreso. Es la mejor opción si trabajamos con clientes de España o de la Unión Europea, porque a nosotros nos va a llegar el pago íntegro a nuestra cuenta bancaria. En las transferencias, quien va a cargar con la comisión es el que efectúa el ingreso, es decir, el que nos paga; en transferencias dentro de la UE, el importe de la comisión será bastante reducido o inexistente en la mayoría de los casos, así que el cliente no tendrá ningún problema en hacernos el pago íntegro.
  • Paypal o Skrill (antes Moneybookers). De estos dos yo solo uso el primero, que es el más utilizado. En mi caso, yo lo utilizo cuando trabajo para empresas de fuera de Europa, porque las comisiones por transferencia internacional son muy elevadas y la mayoría de las empresas se niegan a cargar con la comisión. Así que, a menos que el importe sea muy alto y te ofrezcas a cargar con la comisión (que suele ser una cantidad fija que no hace tanto daño en pagos altos como en importes diminutos), la mejor idea para pagos extracomunitarios es Paypal o Skrill, que te cobran un porcentaje del dinero recibido en calidad de comisión (en Paypal es del 3,4 %). Además, en los pagos en divisas distintas al euro, el tipo de cambio que utiliza Paypal es algo locura (por no decir «robo a mano armada»), así que si podéis facturarle al cliente en euros, mucho mejor (en EE. UU. no se van a dejar, pero en Asia lo mismo cuela). Por lo general, en pagos internacionales sale más rentable Paypal que transferencia bancaria si el importe es inferior a 800 € (algo menos si el pago en en otra divisa, por lo que se llevan del tipo de cambio). Por cierto, muchos me preguntáis cómo funciona Paypal. Pues bien, es extremadamente sencillo: solo tenéis que abriros una cuenta en Paypal, asociarla con vuestra cuenta bancaria y, tras unos sencillos pasos de verificación (para asegurarse de que eres el titular de la cuenta bancaria que has hecho constar), ya puedes transferir dinero de una cuenta a otra de forma gratuita. Así, en cuanto recibas el dinero en tu cuenta de Paypal puedes pasarla a tu cuenta del banco en un par de clics y gratis. ¿A que es más fácil de lo que parecía?


Condiciones y plazos de pago

Aunque los traductores somos autónomos y, en teoría, somos nuestra propia empresa y ponemos nuestras propias normas, en algunos casos nos encontramos con situaciones injustas y un tanto absurdas. Por ejemplo, que el que nos tiene que pagar sea el que ponga sus propios plazos de pago. Es como si yo contratara a unos diseñadores para mi página web y les dijera que ellos se tienen que adaptar a mis plazos de pago, que son 30 días desde que me hayan finalizado la web. ¿A que suena a chiste? Un poco sí, pero para los traductores esto es el pan nuestro de cada día, hasta tal punto que nadie parece haber cuestionado jamás el hecho de que sean las agencias las que decidan cuándo van a pagarte y que tú lo debas acatar si quieres trabajar con ellos. Obviamente, con clientes directos, en especial particulares, nadie va a poner en duda que eres tú quien pones la fecha límite de pago, pero en caso de agencias ya nos hemos acostumbrado a que sean ellas las que mandan.

Y, ojo, que, dentro de todo este absurdo, esto no tiene nada de malo siempre y cuando sus plazos y sus condiciones de pago sean razonables. Y por razonables me refiero a dos cosas: una, que te paguen; y dos, que te paguen en un plazo inferior a 45 días (idealmente 30). Puede parecer evidente, pero hay muchas, muchísimas agencias que no cumplen con estas normas tan básicas. Para que os hagáis una idea, me he encontrado por ahí con agencias que:
  • En los contratos a los traductores, incluyen cláusulas en las que se estipula que no se le pagará al traductor en caso de que su traducción «no cumpla con la calidad mínima exigida». Esto es inaceptable, porque una agencia debe pagar a sus traductores independientemente de la calidad de la traducción. Si ha habido errores, se le pide al traductor que los corrija las veces que sea necesario y no se le vuelve a llamar para futuros proyectos, pero eso de no pagar por su trabajo es una auténtica barbaridad. Más que nada porque así cualquier agencia podría esgrimir razones de calidad para no pagar a ningún traductor (pues, al fin y al cabo, la calidad es algo muy subjetivo). Si al leer el contrato os encontráis con una cláusula así, no aceptéis.
  • Pagan a los 90 días. Un trimestre. Entero. Va a ser que no. Y creo que no tengo que deciros por qué.
  • No pagan a los traductores hasta que su cliente les ha pagado, independientemente de si ya se ha cumplido la fecha de vencimiento del pago al traductor. Como no es culpa nuestra que su cliente sea un moroso, exigimos el dinero que nos corresponde, porque, si no, automáticamente la agencia pasará a convertirse también en moroso. Si algún cliente os da esta razón como motivo para no haberos pagado aún, dejadle claro que tiene todas las de perder, porque las cosas no funcionan así.


Impago y morosidad

Esto es algo a lo que todos los traductores tarde o temprano tendremos que enfrentarnos, en mayor o en menor medida: desde el cliente rezagado al que hay que recordarle que el plazo venció hace una semana hasta el que deja de dar señales de vida en cuanto llega la hora de pagar. Si se cumple el plazo límite de pago y aún no nos han ingresado el dinero, no nos alarmemos: a veces los bancos tardan varios días en procesar el pago. También es posible que al cliente se le haya extraviado la factura o, simplemente, que se le haya pasado pagarte, porque todos somos humanos y podemos cometer errores. En tales casos, un amable recordatorio en que preguntes si todo está en orden no hará daño a nadie (pero recordad: «amable» y «recordatorio», no «agresiva» y «amenaza») y es más que probable que te paguen de inmediato. Si pasan los días y siguen sin pagaros, lo ideal es ir aumentando la gravedad de vuestros «ya no tan amables» «ya no tan recordatorios» mientras os sigan dando largas, hasta que os canséis, porque todos tenemos un límite (mi límite fue de 45 días desde la fecha de vencimiento), y no tengáis más remedio que decirles que, u os pagan, o u os veréis obligados a recurrir a la vía jurídica. A partir de ese momento, lo más normal es que por fin te tomen en serio y en 48 horas recibas el dinero en tu cuenta, como en el anuncio de Cofidis. Si no, siempre puedes recurrir al proceso monitorio, totalmente gratuito.

Está claro que es inevitable encontrarnos con un posible caso de impago, incluso con clientes que no te esperabas. Para ponernos un ejemplo, en mi caso, recientemente he perdido cerca de 400 € (menos mal que no es mucho; podía haber sido peor) porque una agencia para la que llevaba trabajando un año entero —sin un solo problema— ha quebrado y ha cerrado sin pagarme una factura que tenían pendiente (dinero que ya no voy a recuperar). Casos como estos son impredecibles, pero muchos otros sí que se pueden evitar. Infórmate siempre antes de aceptar trabajo de un nuevo cliente: si es agencia, busca en internet opiniones sobre ella; si es particular, pide el pago por adelantado íntegro o parcial. En esto, como en todo, la regla número uno es tener sentido común.